TORMENTA #833

Una de las cosas que mas me importan como profesor, es que de mis clases en Estudios Generales los alumnos encuentren el espacio en el que mejor puedan explorar lo que son. No lo que les han dicho que quieren ser; no lo que estan seguros que quieren ser; sino lo que deben ellos mismos ser –en funcion de quienes son y del mundo en el que estan viviendo. Para eso es la universidad, o cuando menos Estudios Generales Letras, como lo entiendo yo.

Nada puede ser mas duro para un profesor, luego de medio ciclo de trabajo con un grupo, que darse cuenta que sus alumnos simplemente ni están interesados en lo que está pasando en clase, ni les importa perder la oportunidad que se les brinda, ni parecieran apreciar las facilidades y la buena onda que se les trae. Si tienen un interés pareciera ser un interés burgués, meramente por las notas. Y aunque siempre critico todo  ese afán tan moderno de reducir las cosas a lo más superficial, observo con tristeza que son pocos los que entienden o en todo caso actuan por el valor de lo que está más allá de las notas. Y es solo ahi donde radica verdaderamente la educación, pienso.

Si de una cosa me jacto en mis clases, es que las cosas que se hacen son reales, y por lo tanto espontáneas e impredecibles. No me refiero a los temas, que siempre se cubren y me parece que de manera completa (a no ser que venga un sismo o dos semanas de feriados no programados), sino a la forma cómo esos temas aparecen en clase. Les digo a veces que la clase es como un vaso hermético y les hablo de los alquimistas que querían convertir la mierda en oro, pero necesitaban que el proceso se intentara siempre dentro de un espacio completamente sellado, libre de toda influencia externa. Pero, últimamente he estado pensando més en el aula como un tabernáculo, donde lo que estas haciendo es invocando a los espíritus o a los dioses a que conduzcan la conversación en clase hacia la visión de, aunque sea algunos aspectos de, lo verdadero, o lo bello, o lo bueno –para que todos podamos nutrirnos de ellos. Han habido muchos momentos, por lo menos para mí, en esas clases este semestre. Y hablemos de tecnología o del lenguaje o del cuerpo –nuestros tres temas vertebrales–  estaremos siempre invocando, cada uno de nosotros individual y colectivamente, a esos espíritus o dioses.

Otra de mis ideas este semestre ha sido convertir la clase en una especie de aldea. Por eso pedí especialmente tener el aula que tengo para poder desplegar en el espacio a mis 65 alumnos en semicirculo. Gracias a Javier Oshiro fue posible tenerla este semestre para ambas clases. Ello me ha proporcionado el espacio idóneo para poder formar grupos, como diferentes familias de la aldea (con apellido propio inclusive. Tenemos a los Esperanto, los Prudentes, los Atenea, los Caos, los Pigmaliones, los Andrómeda, los Incognitos-wee, los Zirio y los Ex-sofistas) y para que en cada clase  los grupos (hermanados sus miembros entre sí privadamente por sus trabajos comunes)  empiecen a hablarse continuamente con las otras “familias” sobre los temas que les traigo. Eso tampoco ha funcionado. Bueno no ha funcionado aun; es uno de los proyectos en clase que aun me afano en lograr. Pero me temo que hasta ahora o no han querido tomar la idea porque no les ha interesado, o porque  les ha faltado fe,  o quizás es que simplemente no les interesa aprender, ni aprecian la posibilidad de aprender con sus compañeros. No lo sé.

Mil veces les he repetido que solo conversando aprenderan a pensar, que la filosofía no se aprende solo de la lectura o la escucha del profesor sino en el acto de articularse uno mismo en sus propias palabras. No se si no entienden, o si el infame “roche limeño” los consume a todos. Pero el hecho es que, en general, no conversan en clase (algunos conversan entre ellos, algunos incluso mucho, pero pocos a la clase, con la clase, en la clase).

Por supuesto que  siempre hay los buenos alumnos, aquellos que sí están ahì para aprender, aquellos que de alguna forma ya están despiertos y por lo tanto  dedicados. (Siento que debería decir despiertas y dedicadas, porque son mayormente alumnas). Pero la gran mayoría prefiere no decir nada, simplemente mirar.

El hecho crítico para mi es que mis alumnos han perdido el interés en el momento preciso en que yo estaba preparando el curso para dispararlo hasta las estrellas. Hoy faltaron 28 personas de 60. Si fuese Zeus, les lanzaría mi trueno y los reduciría a cenizas. [Dios sabe qué ser emergería de esas cenizas. (de las cenizas de los titanes y dioniso sabemos ya que surgió,  pero qué engendrarian estas cenizas?)]. Pero no soy Zeus. Y si fuese el general Endimión, o un agente de la NASA, y estuviésemos en una misión, tantas bajas como las de hoy me harían reconsiderar la misión. (Y ni hablar si fuese presidente o alcalde, casi podrían revocarme.)

Quiero pensar que fue la competencia del  sol esta mañana lo que ocasionó tal desbarranque en la inasistencia hoy; o que el hecho de haber pasado recién una semana luego del agotamiento de la semana de parciales los haya hecho convertir el viernes en un sábado adelantado. Pero por alguna razòn hoy no me siento optimista con la sección 833. Ninguna de esas razones me convence. Solo sé, como lo sabría el capitan de un barco, que si seguimos en este rumbo sin que los marineros se pongan a izar las velas y mantenernos en curso, la tormenta que ha sido este semestre realmente nos lleve al naufragio final.


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